por Aythami
-Tío, tienes que ponerte La gran belleza.
-Puff, cine italiano. Mejor no.
-Esta película hará acabar con tus prejuicios del cine italiano. Esto no es el tedio de Antonioni, Bertolucci o Visconti. Es Fellini en pleno siglo XXI.
-Vale, vale, me la pondré.
Dos horas después*
-Gracias.
-Te lo dije.
Ves La gran belleza y esa noche descansas bien, como liberado, aunque sea momentáneamente, de una pesada carga que hubieras arrastrado demasiado tiempo. Acaso sea porque la película nos sitúa en un espacio indefinido entre la vida y la muerte, para, finalmente, decantarse del lado de la vida, dejando atrás una parte significativa de la vital angustia.
Comienza en espirales, como si de Vértigo (1958, Alfred Hitchcock) se tratase, presentando a cada uno de los personajes en una escena coral. Y se trata de una de las oberturas más hermosas que se recuerdan, formada por cortes y giros, ángulos modernos y humor fino. Finalmente, presentan al protagonista, Jep Gambardella, un escritor de sesenta y cinco años que tuvo éxito de joven, pero que en la actualidad se dedica al periodismo. Completamente desilusionado y derrotado, se encuentra en la Roma de la decadencia.
Con pequeños destellos de calidad en Il divo (2006) y Un lugar donde quedarse (2011), Paolo Sorrentino se consagra como un director importante en la estela europea con solo cuarenta y tres años. Y que el Oscar a Mejor película de no habla inglesa se lo va a llevar a Italia es casi un hecho, puesto que la única que le puede toser, La vida de Adèle, no fue seleccionada porque se estrenó en su país de origen, Francia, después de la fecha límite que los académicos habían fijado (30 de septiembre). La segunda mejor película del año para un servidor, que será, con muchos galones, una película que perdurará en el tiempo.
-Tío, tienes que ponerte La gran belleza.
-Puff, cine italiano. Mejor no.
-Esta película hará acabar con tus prejuicios del cine italiano. Esto no es el tedio de Antonioni, Bertolucci o Visconti. Es Fellini en pleno siglo XXI.
-Vale, vale, me la pondré.
Dos horas después*
-Gracias.
-Te lo dije.
Ves La gran belleza y esa noche descansas bien, como liberado, aunque sea momentáneamente, de una pesada carga que hubieras arrastrado demasiado tiempo. Acaso sea porque la película nos sitúa en un espacio indefinido entre la vida y la muerte, para, finalmente, decantarse del lado de la vida, dejando atrás una parte significativa de la vital angustia.
Comienza en espirales, como si de Vértigo (1958, Alfred Hitchcock) se tratase, presentando a cada uno de los personajes en una escena coral. Y se trata de una de las oberturas más hermosas que se recuerdan, formada por cortes y giros, ángulos modernos y humor fino. Finalmente, presentan al protagonista, Jep Gambardella, un escritor de sesenta y cinco años que tuvo éxito de joven, pero que en la actualidad se dedica al periodismo. Completamente desilusionado y derrotado, se encuentra en la Roma de la decadencia.
Con pequeños destellos de calidad en Il divo (2006) y Un lugar donde quedarse (2011), Paolo Sorrentino se consagra como un director importante en la estela europea con solo cuarenta y tres años. Y que el Oscar a Mejor película de no habla inglesa se lo va a llevar a Italia es casi un hecho, puesto que la única que le puede toser, La vida de Adèle, no fue seleccionada porque se estrenó en su país de origen, Francia, después de la fecha límite que los académicos habían fijado (30 de septiembre). La segunda mejor película del año para un servidor, que será, con muchos galones, una película que perdurará en el tiempo.
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