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jueves, 21 de noviembre de 2013

Terciopelo jodidamente azul

por Fulgor.

"¿Va a hacer una nueva película? Y si es así, ¿cuándo?". "La respuesta es: quizás", dijo David Lynch en la presentación de Eraserhead (¡cielos, Cabeza borradora!) que tuvo lugar en la filmoteca madrileña. ¿De verdad alguien esperaba que uno de los reyes de lo surrealista diera una respuesta más locuaz a una pregunta tan insustancial?

Mucho se ha dicho de las creaciones de este cineasta. Salta a la vista el interés por el mundo onírico que refleja -en mayor o en menor medida, con mejores o peores resultados- en su filmografía. Sin duda, uno de sus grandes éxitos es Terciopelo azul y, sin embargo, aún hoy no logro explicarme por qué salí cabreada del cine tras haberla visto. Puede que tuviera muy reciente Mulholland Drive y por ello pude, al compararlas tan claramente, ver que esta es un desarrollo (brutal) de Terciopelo azul, película que se queda en la fase onírica sin desarrollar el batacazo de la realidad.


El comienzo es prometedor. Por causas personales, estoy muy sensibilizada con el tema de las orejas y, por tanto, me impactó bastante (pese a ir sobre aviso) la escena del pabellón auricular seccionado y enmohecido. Genial, pensé, estas son las turbiedades que me gustan, creo que hasta podría perdonar la cara de insufrible pavisoso de Kyle MacLachlan. El elenco de actores no era malo, Laura Dern debería haber sido, como mínimo, nominada a algún premio por su papel de típica rubia lerda, petarda e histriónica a más no poder. Pero, dios mío, ¡qué suplicio de petirrojos! No crea el lector que me veo sumida en una ola de puro odio y destrucción, es una película interesante con unas escenas muy buenas. Otras, en cambio, serían de mucha ayuda para los neófitos en el arte de la bulimia. El malo, muy malo. El bueno rozaba el retraso mental (la pseudonovia guarrilla, tres cuartos de lo mismo), la historia, en sí misma, un tanto simplona; es, al fin y al cabo, la visión de Lynch sobre el cine negro.

Lo mejor de todo, sin duda, la mujer que danzaba sobre los coches ( la más cuerda de todos), Isabella Rossellini y sus labios entrópicos y, por supuesto, no poder dejar de tararear mentalmente aquello de "She wore blue velvet... bluer than sky were her eyes".



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