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viernes, 1 de noviembre de 2013

"Un chien andalou", un cine de historia

por Avalorio

       Tal y como se nos enseña en la historia de la comunicación, el cine es el padre de la fotografía. Inventos como el del concepto de la persistencia retiniana de Plateau (aquello de que una imagen permanece en la retina una décima de segundo antes de desaparecer del todo); el disco estroboscópico de von Stamfer; etc. nos conducen a la famosa Escena del jardín de Raundhay, de Louis LePrince (de 1888), la cual consideramos la primera filmación de la historia. Son poco más de 2 segundos de grabación y 12 fotogramas, en cuyo procedimiento se ha hecho uso de una cámara de una única lente que puede tomar fotos muy seguidas; se trata de en una escena en la que el propio Le Prince, junto con Sarah Whtiley, Joseph Whitley y Harriett Whitley dan unos pasos en un jardín.


La famosa primera escena de la historia, Escena del jardín.

       Pero bueno, esto era una mera introducción. Lo que yo venía a querer tratar era una pieza clave del cine francés -producido por españoles, pero rodado y siendo emitido primero en Francia-. Estamos hablando de Un chien andalou (Un perro andaluz), un cortometraje -de 17 minutos- mudo dirigido y producido por Luis Buñuel en 1929, el cual contó con la colaboración de un joven pintor llamado Salvador Dalí (ya que ambos artistas se encontraban exiliados en Francia por la dictadura de Primo de Rivera). Pese a no contar un argumento claro y definido, es reconocido como el máximo exponente del cine surrealista. En España no se emitió hasta llegada la Segunda República (1931-1936), dado que el año en que se estrenó España padecía la dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930) y esta fue prohibida por obscena.


       Como he dicho, Un chien andalou no gira alrededor de ningún tema ni desarrolla su acción con un sentido o un argumento entendedor. Y es que, en los años 20, cuando nacen las Vanguardias, es el Surrealismo una de las corrientes que surgen en Francia, de la mano y obra de André Bretón. Era la excusa perfecta. El cine era un ámbito de la comunicación poco desarrollado, y tanto Buñuel como Dalí deciden ir un paso más allá: aplican los conceptos surrealistas al cine, aportando riqueza artística a este gran invento del siglo XIX. Más tarde, en 1960, se le añadirá a este film la música de Tristán e Isolda, obra de Richard Wagner.


       Del cortometraje se pueden resaltar un par de elementos. La película empieza con la famosa escena del cuchillo en la que se le corta el ojo a Simone Mareuil, jugando a la vez con las imágenes de una nube que, paralelamente, oscurece la luz de la luna. Sigue con un salto temporal "Huit ans après." -ocho años después- y observamos cómo el ojo sigue en su sitio. ¡Milagro! Posteriormente, una serie de acontecimentos ocurren alrededor de Mareuil: un hombre que muere yendo en bici (Pierre Batcheff), unas hormigas que surgen de la mano de Buñuel -idea original de Dalí-, observa desde la ventana de su piso cómo un hombre que pierde una mano y que consigue recuperar y guardar en una caja, y que acto casi seguido muere atropellado por un coche, etcétera.



Momento en el que le van a cortar el ojo a Simone Mareuil.
       Lo que ocurre a partir de este instante es que Mareuil y Buñuel observan lo ocurrido a pie de calle con el hombre que ha recuperado su mano, y que acaba de morir atropellado, y.. 

       Me permito la licencia de no explicar con palabras lo que ocurre en la escena. Que cada uno lo vea como quiera. Yo la he bautizado como "La mejor escena del cine surrealista". Ahora, después de haber visto lo que habéis visto, solo deciros que la "mariposa calavera" que aparece al final de la película será objeto de homenaje por parte de Jonathan Demme en El silencio de los corderos. Dicho esto "El que quiere interesar a los demás tiener que provocarlos".

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